viernes, 14 de noviembre de 2025

México entre la incertidumbre y el cansancio: El relato de Jorge sobre violencia, política y supervivencia diaria

 

Foto: Eduardo Verdugo/AP. 

Por Abraham Calderón/LaConnota.

La historia de Jorge no es excepcional: es representativa de miles de familias que viven atrapadas entre la violencia y las dificultades económicas. “Básicamente estás en medio del fuego”, dice, y esa frase resume la sensación de vulnerabilidad que atraviesa la vida en muchos estados del país. La idea de que cualquier persona, sin tener relación alguna con el crimen organizado, pueda convertirse en víctima colateral es quizá una de las cargas psicológicas más pesadas de la población. La vida pública, los trayectos diarios, las reuniones familiares y hasta celebraciones tradicionales como el Día de Muertos se ven atravesadas por la sombra de la violencia.

La muerte del alcalde de Michoacán, mencionada por Jorge, fue un punto de quiebre emocional para él y para su comunidad. No solo porque ocurrió en una fecha simbólica, sino porque la víctima “iba en contra de la inseguridad”. Ese detalle, dice, es lo que más indignó: la idea de que incluso quienes intentan mejorar las condiciones de la población, quienes se oponen a los grupos criminales, terminan siendo asesinados sin que haya una respuesta contundente del Estado. Este tipo de asesinatos, a su vez, refuerza la percepción social de que la violencia no distingue, no perdona y no respeta ni siquiera los espacios comunitarios.

Esa percepción es reforzada por lo que Jorge llama “narcopolítica”. Lo explica sin rodeos: “Ya está documentado que narcotraficante y político trabajan juntos.” Esa afirmación, aunque proviene de su experiencia personal y de lo que observa en su comunidad, sintetiza un sentimiento colectivo de desconfianza hacia las instituciones. Cuando la población percibe al sistema político como penetrado por intereses criminales, la legitimidad de las autoridades se debilita, y con ella, la sensación de seguridad de la ciudadanía. Esa desconfianza se traduce en protestas, pero también en miedo: muchas personas tienen temor a denunciar, a participar en marchas y, en algunos casos, hasta a hablar del tema.

La manifestación masiva que menciona Jorge, convocada en la Ciudad de México, es un reflejo de ese cansancio. Muchas comunidades sienten que la única forma de ser escuchadas es salir a las calles. La protesta pública se convierte en un acto de dignidad, pero también en un mecanismo de defensa emocional frente al miedo. Para muchos mexicanos, marchar no es solo exigir justicia; es demostrar que no se resignan a vivir silenciados o paralizados por la violencia.

En paralelo a la crisis de seguridad, Jorge describe otra batalla cotidiana: la económica. La inflación y la pérdida de poder adquisitivo trastocan los hábitos básicos. “Todo está muy caro”, repite, como si lo dijera no solo desde la cabeza, sino desde el cansancio del bolsillo. La comparación del precio de las tortillas —de 15 a 25 pesos— es un ejemplo simple pero poderoso: el aumento en productos esenciales deteriora de forma directa la calidad de vida. Para un hogar de cuatro personas, cada incremento se multiplica hasta convertirse en una tensión constante.

La pérdida de su empleo durante la pandemia marca un antes y un después. “Tenía un trabajo estable y lo perdí”, afirma. Ese hecho no es aislado: miles de trabajadores en el país vieron desaparecer sus ingresos formales y tuvieron que adaptarse a formas de trabajo más precarias, informales o temporales. En ese contexto, sostener una familia implica decisiones difíciles: priorizar unos gastos y postergar otros, reducir consumos, renunciar a actividades y buscar alternativas que permitan “llegar a la semana”.

Jorge reconoce ese ingenio forzado cuando dice: “Uno se las ingenia para mantenerse con lo poco que gana.” Esa frase, que mezcla realidad y resignación, es también un mensaje de resistencia: la gente continúa buscando soluciones, aunque el entorno parezca deteriorarse. Pero la resiliencia no debería convertirse en una obligación permanente. Para Jorge y muchos como él, el peso emocional de sostener a la familia bajo tensión continua es casi tan fuerte como el peso económico.

La suma de inseguridad, inflación y precariedad laboral genera un tipo de estrés social que se extiende más allá del hogar. Afecta la convivencia, la salud mental, el rendimiento laboral, la educación de los hijos y la cohesión comunitaria. Muchas familias reducen salidas, evitan ciertas zonas o cambian rutinas por miedo a quedar atrapadas en situaciones de riesgo. La vida pública se retrae, y con ello se pierde algo fundamental para cualquier sociedad: la confianza en que los espacios compartidos son seguros.

En el testimonio de Jorge hay también un duelo silencioso por la vida que tuvo antes de la pandemia y por la estabilidad que perdió. Ese duelo se expresa en frases simples: “Ya no gano lo mismo que antes”, “Se me ha hecho muy muy difícil”, “Sería fácil si fuera uno solo”. Cada una refleja no solo la carga económica, sino también la carga emocional de sentir que, pese al esfuerzo, la vida se ha vuelto más cuesta arriba.

Sin embargo, en medio de la frustración hay una voluntad que resiste. Jorge no habla de rendirse; habla de seguir, de organizarse, de buscar soluciones semanales. Ese impulso, esa capacidad de seguir avanzando aun en condiciones adversas, es uno de los rasgos más fuertes y más invisibles de la vida cotidiana en México: la resiliencia silenciosa que sostiene a miles de hogares.

La historia de Jorge es un espejo. Muestra lo que ocurre cuando la inseguridad se normaliza, cuando la economía deja de alcanzar y cuando la política parece desconectada de la vida diaria. Pero también muestra algo más: una población que sigue luchando por mantener a sus familias, por buscar estabilidad y por no perder la esperanza, incluso en medio del cansancio.



Latinoamérica en una palabra: cómo cambia el español según la región

 


Por Abraham Calderón/La Connota.

Imagina un diccionario tan grande que, en lugar de definir una sola palabra para “niño”, tenga una entrada con diez formas distintas: pibe, chamo, chamaco, nene, patojo, guirito, carajito... Todas correctas. Todas válidas. Todas con historia propia. Ese diccionario existe, no en papel, sino en la voz de millones de hablantes que, desde México hasta la Patagonia, le dan vida al español con variantes que cuentan quiénes son, de dónde vienen y cómo se relacionan con el mundo.

En esta cápsula vamos a recorrer esas voces. Jóvenes de Argentina, Venezuela y México nos apoyaron con ejemplos concretos de cómo cambia el vocabulario de un país a otro. Y a partir de sus testimonios construiremos una historia mayor qué estudia la lingüística comparada, por qué existen las familias lingüísticas y qué nos dice la variación léxica sobre identidad, poder y comunicación.

¿Qué es la lingüística comparada y por qué importa?

La lingüística comparada es la rama de la lingüística que busca similitudes y diferencias entre lenguas para determinar si comparten un origen común. Gracias a ella sabemos, por ejemplo, que el español, el francés y el italiano descienden del latín y forman la familia de las lenguas romances dentro de la gran familia indoeuropea.

Pero más allá de clasificar idiomas en árboles genealógicos, la comparación nos enseña algo importante, ya que las lenguas no son entes inmóviles. Cambian. Se prestan palabras. Inventan giras expresivas. Y, sobre todo, se cargan de matices culturales que sólo se entienden escuchando a la gente.

Las voces, lo que dijeron Nasa, Ainara, Alfonso y Fernando

Para ilustrar esta diversidad, reunimos las voces de jóvenes de distintos países, quienes desde su cotidianidad mostraron cómo una misma idea se transforma en un abanico de expresiones según el lugar donde se pronuncia. 

Desde Argentina, Nasa explica que a los niños se les dice pibes o pibas, al dinero guita o plata, al autobús colectivo o bondi, y al trabajo laburo. Su frase coloquial “Anda a agarrar la pala” transmite no sólo un mandato a trabajar, sino también un tono cultural cargado de humor e informalidad. 

Ainara, también desde Argentina, añade que para llamar la atención de alguien se utiliza la expresión che, un marcador identitario que muchos reconocen instantáneamente como parte del habla rioplatense. Además, comenta el uso de zafar para referirse a salir de una situación complicada y copado para describir algo bueno, agradable o entretenido.

En Venezuela, Alfonso comparte que los niños suelen ser carajitos o chamos, mientras que el dinero puede llamarse plata o real, y el autobús camioneta o bus. El trabajo se conoce como chamba, una palabra que también se escucha en otros rincones de Latinoamérica, lo que revela rutas de contacto lingüístico. Pero quizás lo más característico del habla venezolana es el uso de arrecho o arrecha, términos que poseen significados múltiples dependiendo del contexto. 

Estar arrecho puede indicar enojo, mientras que decir que algo “está arrecho” puede significar que es impresionante, muy bueno o sorprendente. También aparece la forma adverbial arrechamente, que intensifica la cualidad atribuida, creando una expresión versátil cuya interpretación depende del tono y la circunstancia.

Desde México, Fernando describe cómo los niños pueden ser llamados chamaco, mocoso, nene, chiniquil o chiquitín, lo cual revela un amplio repertorio afectivo y coloquial. Al dinero se le dice efectivo, feria, lana, pisto o bolas, dependiendo de la región y el contexto. 

El autobús, por su parte, puede ser micro, camión o pecero, y el trabajo recibe nombres como chamba, jale o changarro, aunque este último se asocia más con un pequeño negocio que con un empleo convencional. En cuanto a expresiones cotidianas, Fernando menciona frases como ponte pilas, ponte trucha o ponte al tiro, todas relacionadas con estar alerta, actuar rápido o prestar atención.

Las diferencias entre estos países muestran que la variación lingüística no es solo un conjunto de palabras distintas. Es un espejo cultural que revela cómo cada comunidad construye su identidad y el vocabulario cambia según la historia, el contacto con otros pueblos, las influencias de migraciones, los medios de comunicación y hasta los procesos sociales o políticos. Palabras iguales pueden significar cosas distintas según el lugar; tal es el caso de arrecho, que pasa de insulto a elogio dependiendo del contexto. Otras palabras viajan, como chamba, que aparece tanto en México como en Venezuela, demostrando que la lengua es un organismo móvil que se expande y se adapta conforme las personas se desplazan y las culturas interactúan.

¿Qué nos enseñan estas palabras?

  1. La variación refleja historia y contacto: palabras como chamba circulan en varios países (América Central, México, Venezuela) y muestran redes de contacto histórico y social. Otros términos son locales o regionales y revelan trayectorias culturales distintas.

  2. Los mismos significantes pueden tener significados distintos: arrecho en Venezuela es un ejemplo clásico de palabra polivalente (enojo ↔ admiración). Esto obliga a quien comunica a calibrar contexto y audiencia.

  3. Registro y cortesía: algunas palabras son formales (efectivo), otras coloquiales o incluso vulgares (arrecho, carajito en ciertos contextos). Usarlas en el registro equivocado puede cambiar el tono de un mensaje o generar rechazo.

  4. Palabras como identificadores de grupo: decir pibe o chamaco no solo designa a un niño; señala pertenencia regional y, en algunos casos, clase social o edad del hablante.

  5. Metáforas sociales y frases hechas: expresiones como “anda a agarrar la pala” funcionan como pequeñas metáforas culturales de valor del trabajo y actitud ante la vida.

Casos prácticos: comunicación, medios y enseñanza

  • Periodismo y producción audiovisual: usar voces auténticas (como las de Nasa, Alfonso y Fernando) enriquece el relato y evita acentos “genéricos” que invisibilizan identidades.

  • Publicidad y marketing: una misma campaña traducida literal a otra región puede fracasar si no adapta léxico y tono. “Ponte pilas” no se usa igual en Argentina que en México.

  • Enseñanza del español: mostrar variación léxica ayuda a estudiantes a desarrollar competencia comunicativa real, no sólo “reglas”.

Para los comunicadores, comprender esta diversidad es indispensable. En el periodismo, la publicidad, la docencia o la producción audiovisual, conocer cómo se habla en diferentes regiones evita malentendidos y fortalece el vínculo con las audiencias. El español no es una sola voz, sino una constelación de variantes que conviven, se mezclan y se transforman. Reconocer estas diferencias no solo mejora la comunicación, sino que también derriba prejuicios y promueve una visión más amplia y respetuosa del lenguaje.

La lingüística comparada nos recuerda que las lenguas nacen, cambian, se mezclan y dialogan entre sí. La variación lingüística nos enseña que quienes hablan también cambian, se transforman y se reinventan. Las palabras son pequeños mapas culturales: dicen de dónde venimos, qué valoramos y cómo entendemos la vida. Y tal vez, si aprendemos a escuchar estas voces sin intentar corregirlas, descubramos que en medio de tantos matices, todos compartimos algo esencial: el deseo de comunicarnos más allá de los acentos y las fronteras.

Para comprender esta riqueza, debemos partir de la lingüística comparada, una disciplina que examina las similitudes y diferencias entre las lenguas para determinar si comparten un origen común. Gracias a este enfoque sabemos que el español, junto con el francés, el portugués, el italiano y otras lenguas, forma parte de la familia indoeuropea y, dentro de ella, del grupo de las lenguas romances, herederas directas del latín. 

Incluso dentro del propio español surgen variaciones que evidencian historia, identidad y formas particulares de ver el mundo. A estas diferencias internas se les conoce como variación lingüística, un fenómeno que puede manifestarse en la pronunciación, en la manera de estructurar las oraciones o, como exploramos aquí, en el vocabulario.

Redacción de los audios:

Nazareno de Argentina:

¿Qué onda? Me llamo Naza y bueno, les voy a contar cómo le decimos a los niños al dinero, al autobús, el trabajo acá en Argentina. Comenzamos con el niño, le decimos "pibes", "pibas" si es niño y bueno, así. Al dinero le decimos "guita" o "plata", de todas formas. El autobús también tiene dos formas: colectivo o bondi y el trabajo, el laburo. Una frase que usamos es "Anda a agarrar la pala" que se refiere a "Anda a trabajar" o "Anda a laburar" que es lo que decimos. 

Fernando de México:

Hola, mi nombre es Fernando y acá en México a los niños les solemos decir "chamaco", "mocoso", "nene", "chiniquil", "chiquitín". Al dinero solemos llamarle "efectivo", "feria", "lana", "pisto", "bolas". Al autobús le solemos decir micro, camión, pecero. Al trabajo le solemos decir chamba, jale o changarro. Pero changarro es más para un establecimiento. Chido, de nada, bye. 

Alfonso de venezuela:

Mi nombre es Alfonso y en Venezuela la expresión arrecho o arrecha es culturalmente vista como una grosería. Esta misma puede ser conjugada como bien puede ser arrechamente se usa para decir que algo te molesta o que una persona está molesta yo estoy arrecho, yo estoy molesto o que algo está muy bien o algo está cool o algo está impresionante es que algo es arrecho por ejemplo la comida te quedó arrecha te quedó muy buena quiere decir Arrechamente es una expresión un poquito más complicada, pero tiene el mismo uso que como adjetivo para cosas. 

Ainara de Argentina:

Hola, mi nombre es Ainara y en Argentina para referirnos a un niño lo llamamos pibe o piba. Para llamar la atención de alguien decimos che. Cuando decimos laburo nos estamos refiriendo a trabajo y cuando decimos que zafamos en algo hablamos de cuando salimos viendo una situación complicada. Cuando decimos que algo es copado significa que es bueno, genial o que está bien.


De jugador de ajedrez a buscador justicia para su hermano desparecido

 

Salomón Estrada con la fotografía de su hermano Félix Estrada y Alejandra Tena con las fotos de sus papás. 


La historia de Salomón Estrada, quien busca la justicia para su hermano Félix Estrada en el contexto del conflicto armado interno.

Por Simón Antonio Ramón/La Connota. 

El 15 de mayo de 1984 siete personas fueron desaparecidas por las fuerzas de seguridad del Estado una práctica denominada como desaparición forzada. Ese día en la 6 avenida y 8 calle de la zona 9, Félix Estrada Mejía de 24 años, maestro, sindicalista y miembro del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) fue detenido y desaparecido en horas de la noche.

En ese año Salomón Estrada Mejía tenía 16 años. Tenía una rutina con su hermano Félix de juegos porque ellos compartían habitación. “Por las noches jugábamos con él ajedrez, la dama, habia un juego en ese momento que se llama Luis que juega con dado, casi lo hacíamos cada noche, después de jugar se ponía a leer. Ahora como padre de familia esa ausencia lo he superado con mis hijos”, dice.

Hasta pasado 40 años desde aquella fecha, Salomón Estrada es uno de los querellantes del caso penal Diario Militar donde se juzgado militares de alto rango en servicio en aquella, son señalados de los delitos de desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales.

Las desapariciones con Mejía Víctores

El país estaba bajo el régimen golpista de Óscar Humberto Mejía Víctores, quien llegó al poder el 8 de agosto de 1983, derrocando al también golpista José Efraín Ríos Montt. El gobierno de Mejía Víctores ha sido calificado como régimen que garantizó el regreso de la democracia porque en su gobierno se instaló la Asamblea Nacional Constituyente que aprobó la Constitución vigente en 1985.

En ese mismo gobierno se realizaron elecciones donde por primera vez, un civil ocupó la presidencia, Marco Vinicio Cerezo Arévalo. Desde las organizaciones populares y revolucionarias, se ha catalogado a Mejía Víctores como la continuidad de la violencia en Guatemala y quien borró en la ciudad a la organización y movilización revolucionaria como se cataloga a las distintas facciones de la guerrilla.

El 14 y 15 de mayo de 1984 junto Félix Estrada Mejía fueron desaparecidos el escritor José Luis De León Díaz conocido como Luis De Lión; Rubén Amilcar Farfán; Maura Ortensia Tovar Lima; María Magdalena Tovar Lima; Carlos Ernesto Cuevas Molina; Otto René Estrada Illescas; Manuel Alfredo Baeza Molina y Tyrone Hamilton Neal Estrada.

Ese día Salomón Estrada recuerda dos episodios puntuales su último encuentro con su hermano y la agonía a su mamá y su papá, que se mantuvo hasta el día que murieron. Félix vivía junto a su familia en la colonia La Reformita de la zona 12, salía a correr todas las mañanas desde su casa hasta el Aeropuerto Internacional La Aurora y viceversa, ese día no fue la excepción.

“Ese día, tuvo sus rutinas y algo como despedida, llegó sudando, se baño y me aventó su playera tenía sudor de él”, dijo. La noche de ese día inició la espera de su madre. “Quien tuvo esa tristeza, ese camino de esperarlo a él fue mi señora madre porque esperaba siembre en la noche, siempre lo despedía. Lamentablemente a partir del 15 de mayo por la noche de 1984, siempre tuvo la leve esperanza que Félix regresaba, pero no fue así entonces empezó su agonía”.  

La desaparición de Félix impuso una advirtencia a la familia, Salomón contrariando las recomendaciones de su mamá se organización en la Escuela Normal para Varones, donde su hermano había estudiado. Haber participado en la organización estudiantil, “me permitió iniciar una lucha más delante de buscarlo a él”, dijo.

 El camino de la justicia





Foto: Simón Antonio.

 

El 20 de mayo de 1999 se conoció un documento del Ejército denominado Diario Militar, donde estaban registrados nombre, direcciones, fechas de detenciones, fechas de asesinatos de varias personas que eran buscados por sus familiares. Salomón ahí se enteró su hermano Félix sido detenido y desaparecido por el Ejército.

Señala que el duelo de ese día lo llevó él, otro hermano y dos de sus hermanas quienes también habían buscado a Félix por su cuenta en las morgues. Su padre podía leer y su madre no, pero nunca se enteraron de que Félix Estrada Mejía había aparecido en el Diario Militar.

“En el caso de mi papá, en donde vivíamos habia un jardín el siempre que lo arreglaba, decía repente un día viene Felix hay que mantenerlo limpio, en el caso de mi mamá si traté yo de decirle que Gálvez algo le había pasado a Félix, ella me decía mientras yo no vea su cuerpo y sus huesos para mí no está muerto, entonces preferimos mantener esa vivencia en ella hasta el día que falleció”, dijo.

Salomón Estrada junto a 24 otras familias a pesar de que son 183 personas registradas, con el acompañamiento de la Fundación Myrna Mack llevaron el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), en el 2012 se le condenó al Estado de Guatemala, el proceso penal contra los militares inició muchos años después.

Actualmente el caso se encuentra en la fase de presentación pruebas de cargo y descargo, pero el Ministerio Público pidió el 14 de octubre se cierre de manera provisional el caso, considera que el único hecho que los presuntos responsables en el banquillo es una oportunidad para la sociedad de conocer su historia.  

“Creemos que este camino no va a ser fácil, no ha sido fácil por tener ahí en el banquillo de los acusados mientras no haya una sentencia para ellos siguen siendo inocentes, pero tenerlos ahí para nosotros es una oportunidad para cambiar”, dijo.






Foto: Simón Antonio.










México entre la incertidumbre y el cansancio: El relato de Jorge sobre violencia, política y supervivencia diaria

  Foto: Eduardo Verdugo/AP.  Por Abraham Calderón/LaConnota. La historia de Jorge no es excepcional: es representativa de miles de familias ...