Los peor tratados son los reporteros y fotógrafos.
Miguel Ángel Albizures
Para los periodistas, en un medio como Guatemala, cada vez es más difícil ejercer la profesión, por los intereses que están en juego y la presencia de poderes fácticos que, cuando no les favorece una información, un análisis o una denuncia que dan, hacen o recogen los medios de comunicación, pegan el grito en el cielo y siempre quien primero paga el pato es el periodista, a quien se le hace toda clase de acusaciones y aclaraciones tratando de poner en duda la objetividad o la veracidad de los hechos.
Eso cuando no se acude a la amenaza o al atentado, como suele suceder para silenciar la voz de quienes intentan orientar a la opinión pública sobre el acontecer nacional. Quizá los más sacrificados, mal pagados y vilipendiados son los reporteros y reporteras, camarógrafos o fotógrafos que recorren las fuentes de información y tienen que aguantar las patanerías de funcionarios, dirigentes políticos y hasta dirigentes sociales, que se consideran intocables y todopoderosos cuando están en puestos de decisión y creen que todos sus males se deben a quienes sacan a luz pública la putrefacción en sus oficinas. Los peligros aumentan considerablemente cuando se aborda todo lo relacionado al crimen organizado en sus diversas expresiones, la corrupción en las municipalidades o dependencias públicas o la participación en crímenes o complicidad de elementos de las fuerzas de seguridad, civiles y militares, porque en estas instituciones las estructuras criminales permanecen intactas y no hay poder humano que logre desarticularlas. Este año que se realizó el proceso electoral, vimos a los políticos sonreír y tratar de granjearse el favor de los periodistas, pero también la amenaza solapada o directa para no tocar las relaciones oscuras o la procedencia de los recursos económicos que hicieron posible el despilfarro de cientos de millones de quetzales en propaganda política.
Tocar temas que afecten los negocios del crimen organizado, del poder económico o de los militares más temprano que tarde trae consecuencias, pero no hay otra forma de frenar la impunidad con que actúan. O, por lo menos, que la población sepa quiénes son los personajes que, bajo una piel de oveja, esconden las garras con las cuales desangran a la población o despilfarran los recursos del Estado. En un país como Guatemala, donde hay una población indefensa y donde quienes deben protegerle le esquilman, le amenazan o le asesinan, los periodistas y los medios deben seguir jugando su papel de información, investigación, denuncia y análisis, aun a costa de su propia vida, para contribuir a que esos males sean erradicados.
Fuente:
http://www.elperiodico.com.gt/es/20071201/opinion/46233/